sábado, 23 de octubre de 2010

Amancay de Corazón


Si yo le digo que me fascina la Alstroemmeria Aurantica; planta herbácea, rizomatosa de flores amarillas y anaranjadas con manchas rojas, me dirá que me deje de joder con palabras raras, y Usted tiene razón.

Si le digo que Amancay es el nombre quechua de todas aquellas plantas, ya herbáceas o arbóreas, con flores semejantes a la azucena o con fragancia de ésta, ya es algo más sensato e interesante.

Pero si le cuento la verdad de como se originó la flor del Amancay, le va a parecer hermoso:


En la orilla derecha del río Manso (y Tranquilo?)y hasta su nacimiento en el valle del Lolol Mahuida, vivían los indios Vuriloches (de ellos tomó el nombre la ciudad de Bariloche)

Quintral, hijo del cacique, gustaba recorrer cazando y pescando en la orilla del río y así llegaba hasta Co-carí (lago Mascardi}. Fue en uno de esos paseos que conoció a Amancay, quién se enamoró de aquel joven apuesto y valiente, llegando a convertirse este sentimiento en el amor irrealizable por ser ella de humilde origen. De esta manera fue pasando el tiempo, hasta que un día llegó hasta ellos una epidemia que comenzó a diezmar la tribu, cayendo enfermo el joven indígena.

Ante la imposibilidad de lograr su mejoría, enterada Amancay consultó a una Machi (hechicera), a quien le confió el secreto para obtener el remedio. El mismo consistía en una infusión preparada con una flor que crecía en la cumbre helada del Lolol Mahuida (Cerro /Volcán Tronador, el de las nieves eternas) a sabiendas del peligro que corría, pero impulsada por su amor hacía el joven, lanzóse Amancay a la terneraria empresa, logrando su fin.

Ya en el descanso, feliz por haber logrado su cometido, al pie de una hermosa cascada, vio cernirse sobre ella la amenazante figura del cóndor, quien le exigió abandonara la preciada flor. Ante la negativa de Amancay propuso a esta que le dejase en cambio su corazón, lo cual aceptó la joven sin titubear.

Alejóse el rey de las alturas con el pequeño corazón entre sus garras, emprendiendo vuelo hacia su morada, tiñendo de gotas rojas su camino con la sangre que manaba del corazón.

Y en aquellos lugares regados y vivificados con la sangre de aquella indiecita, fue floreciendo una preciosa flor de varios pétalos, bella como su origen, teñida con gotas rojas de la sangre que había sido derramada en ofrenda de aquel sentimiento, queriendo pregonar de esta manera, un mensaje de amor por todos los valles y montañas del Co-carí.

Sigo recordando desde mi infancia, a los niños de origen indígena que en Diciembre bajaban del bosque como el de la foto, de la ladera del lado húmedo del Cerro Otto en Bariloche con manojos de Amancays más grandes que ellos para vender en la ciudad.

Que suerte que tuvo el hijo del cacique de conocer una mujer de ese valor y amor !

Yo sigo subiendo el Cerro Otto a ver si la encuentro...
Yo también tengo esas marcas rojas, quizás así me reconoce...